La «fiesta» de las cruces blancas de Ocotepec

Ustedes todavía no nacían, pero antes, había unos encargados y encargadas «a fuerza» de unas «mayordomias» no reconocidas que fueron designadas por azahares del destino a la gente que vivía cerca de las cruces blancas que están dispersas alrededor del Pueblo. Hoy estos encargados aún existen y se pasaron de generación por herencia, pero ya no se reparte una ofrenda -de las que les escribimos más adelante-.

Era como una mini-fiesta no reconocida, era como un recordatorio-agradecimiento de que están ahí cuidando al pueblo, como testigos mudos del tiempo.

Las cruces de Ocotepec suelen ser visitadas, floreadas y «bailadas» cuando se lleva el «contento» (chintamal) a la novía o a los padrinos (compadres), siendo el novio quién debiere de amarrar un ramo de flores o dejar un arreglo floral o los papás de festejado cuando es un bautizo, primera comunión, confirmación o XV años; también se florea cuando llevan a un difunto y los deudos dejan unas flores y una veladora al paso del cortejo fúnebre…

cruces blancas ocotepec

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Los días 2 de mayo de cada año, estas mayordomías o encargados, adornaban, floreaban, iluminaban, sahumaban y compartían bebidas (aguas frescas, refresco, pulque y hasta algún trago amargo para curar las penas y motivar las alegrías) y alguna comida (tacos, tamales, etc) a las personas que pasaban (por lo regular caminando) y que se reunían en las inmediaciones de estas cruces, por pura costumbre, tradición, devoción y fé.

En algunos casos, se llegaba a amenizar con alguna música en vivo, por lo regular una banda de viento; y los tradicionales cohetones.

Ya después, la gente se hizo «chocante» y dejó de asistir o ya no aceptaba lo que les convidaban, por lo que los encargados dejaron de compartir su ofrenda, y comenzaron a limitarse únicamente a adornar, iluminar, florear y sahumar la cruz.

Ahora esos encargados y encargadas durante todo el año, no solo el 2 de mayo, limpian, pintan, adornan, florean e iluminan con alguna veladora estos altares blancos.

En el barrio de Tlanehui, recuerdo a la finada Sra. Anatolia y familia, la que tenía este encargo y lo hacía con mucha devoción y entusiasmo.

Texto original de Juan Carlos Rendón Miranda